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AncianosMarlen EizagirreEn general, es considerada como anciana cualquier persona mayor de 60 ó 65 años. La Organización Mundial de la Salud define como población “de edad” a aquella en la que más del 15% de las personas son mayores de 60 años. Sin embargo, no existe un momento concreto determinado biológicamente en el que una persona se convierte en anciana. Algunos pueden volverse funcionalmente viejos a una edad temprana, al verse afectados por problemas propios de la tercera edad como resultado de haber sufrido enfermedades o una exposición continuada a malas condiciones de vida. De este modo, el proceso de envejecimiento depende en gran medida del contexto sociocultural y económico. Los ancianos constituyen uno de los grupos poblacionales con un mayor grado de vulnerabilidad, tanto fisiológica como socioeconómica. En este sentido, los principales problemas que afectan a los ancianos, en particular en los países en desarrollo, y que frecuentemente interactúan entre sí, son los siguientes: a) Las enfermedades, muchas de ellas crónicas, que merman sus capacidades físicas y mentales, y les hacen dependientes de los cuidados prestados por sus familiares o los servicios de salud (ver salud y desarrollo). b) La pobreza, particularmente entre los ancianos que no cuentan con el sustento de sus hijos. c) La malnutrición, derivada de la incapacidad para producir o comprar alimentos suficientes. d) La incapacidad física, que les dificulta el valerse por sí mismos y poder realizar labores domésticas esenciales (recogida de leña y agua) y trabajos remunerados, con el consiguiente perjuicio para sus condiciones de vida e ingresos. Del mismo modo, su incapacidad laboral les suele impedir enrolarse en los proyectos de comida o dinero por trabajo, en los que la ayuda suele proporcionarse a cambio de éste, de modo que la ayuda para ellos tiene que ser en forma de donación gratuita. e) Con relación a lo anterior, la dificultad de movimientos, que les hace particularmente vulnerables en las situaciones de desastre, en los que se producen migraciones forzosas o desplazamientos de la población en busca de refugio o ayuda, así como también en los procesos de retorno de refugiados[Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados,ver ACNUR, Refugiado: definición y protección, Refugiados, Campo de, Refugiados: impacto medioambiental, Refugiados medioambientales, Refugiados: problemática y asistencia, Reintegración de refugiadosy desplazados, ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), Salud de los refugiados] y desplazados internos, proceso en el que pueden requerir ayuda en forma de transporte para poder volver a casa. f) La falta de protección por parte de sus hijos o familiares, que multiplica el impacto de todos los factores anteriormente dichos, y que puede ser consecuencia de haber sido abandonados (por ejemplo, dejándoles atrás al ser incapaces de huir por causa de un conflicto) o de otras causas de separación (muerte por sida, emigración, fragmentación familiar en los procesos de desplazamiento forzado, etc.). Dado su alto nivel de vulnerabilidad, los ancianos requieren una atención específica en las políticas públicas de bienestar, así como también en las intervenciones de cooperación para el desarrollo y de acción humanitaria[Acción humanitaria:debates recientes, Acción humanitaria:fundamentos jurídicos, Acción humanitaria: principios , Mujeres y acción humanitaria , Acción humanitaria:concepto y evolución]. Sin embargo, lo cierto es que la mayoría de los proyectos de ayuda no suelen tomar en consideración las circunstancias específicas de los ancianos, a pesar de que constituyen un apreciable porcentaje de los adultos, sobre todo en los campos de refugiados o desplazados (Eade, 1997). La ayuda internacional no ha desarrollado aún estrategias y criterios definidos con los que abordar adecuadamente sus circunstancias y necesidades, a lo que contribuye que éstas sólo recientemente han comenzado a merecer cierta atención en investigaciones y publicaciones (Tout, 1989), y que lo hacen en mucha menor medida que la problemática de otros grupos vulnerables. En cualquier caso, sí es posible indicar algunas líneas básicas que deberían caracterizar cualquier intervención con ancianos, por ejemplo: a) posibilitar su implicación en los procesos de participación comunitaria, de forma que su voz sea tenida en cuenta a la hora de diseñar y ejecutar proyectos de desarrollo o de emergencia. b) Alentar las capacidades de los ancianos y promover su empoderamiento, ayudándoles a canalizar sus demandas de políticas sociales que respondan a sus necesidades. c) Promover la creación de servicios sociales, como centros de día o cuidado a domicilio, que mejoren su bienestar y el de sus familias. En este sentido, sería incorrecto e injusto contemplar a los ancianos exclusivamente como una carga o una fuente de problemas. Se deberían apreciar también las capacidades de las que disponen y que pueden aportar a los proyectos de ayuda. Una de ellas tiene que ver con su experiencia y conocimientos (ver conocimiento de la población rural y medicina tradicional), que pueden ser de suma utilidad para realizar intervenciones ajustadas a las necesidades y al contexto local. Otra de ellas es la respetabilidad y liderazgo social que tienen los ancianos en la mayoría de las sociedades tradicionales, de modo que su implicación puede ser esencial para movilizar los recursos locales necesarios para el éxito de la ayuda y legitimar socialmente las intervenciones realizadas. Por otro lado, es previsible que los problemas de la tercera edad vayan adquiriendo una importancia creciente en todos los órdenes, debido a que los ancianos representan una porción creciente de la población mundial. En el año 2000, se estima que las personas mayores de 60 años son unos 600 millones. A pesar de que los países desarrollados tienen una mayor esperanza de vida, dichos problemas aumentarán también en el Tercer Mundo, donde viven dos tercios de todas las personas mayores de 55 años. En muchos países en desarrollo, particularmente en aquellos con unas altas tasas de crecimiento económico, se están experimentando también incrementos en la esperanza de vida, aumentando el porcentaje de ancianos. En China, por ejemplo, en el caso de conseguir un crecimiento cero a partir del año 2000, un cuarto de su población sería mayor de 60 años en el 2035. El incremento del porcentaje de ancianos respecto al conjunto de la población va a plantear serios retos sociales y políticos. Uno de ellos será el incremento de la demanda de servicios médicos y asistenciales, que para muchos países pobres será gravosa y difícil de satisfacer, teniendo en cuenta que tampoco ahora son capaces de garantizárselos a toda su población. Otro problema será el incremento de la población económicamente dependiente respecto de la productiva. A escala nacional, ese fenómeno puede conllevar cierto riesgo para el mantenimiento de los programas de pensiones por jubilación, allí donde existan; a escala familiar, podría conllevar una disminución de los recursos o titularidades[Titularidades al alimento, Titularidades medioambientales] per cápita disponibles, aunque este impacto puede verse neutralizado por otros factores: la disminución del número de niños, la prolongación de la edad laboral de los ancianos si disfrutan de buena salud, etc. En los países desarrollados, la reducción del gasto público y de la financiación del estado del bienestar ha marcado una tendencia hacia un mayor uso de las organizaciones de voluntarios como proveedoras de parte de la asistencia a los ancianos. Los críticos con esta orientación señalan que las ong[ONG, Redes de, ONG (Organización NoGubernamental)] deberían concentrarse no en reemplazar al estado del bienestar, sino en la denuncia, la propuesta de soluciones y en cubrir lagunas aún no satisfechas por la Administración. En el Tercer Mundo, por su parte, las ONG nacionales y extranjeras vienen paliando, también en este campo, el declive de los gastos sociales derivado de la crisis económica y de los programas de ajuste estructural. Algunas organizaciones locales, frecuentemente con apoyo internacional, han desarrollado servicios para los ancianos, con un coste relativamente bajo gracias a la movilización de recursos comunitarios. En este sentido, diferentes ONG internacionales, algunas compuestas por ancianos, son particularmente activas en la cooperación en este campo, contribuyendo al establecimiento de redes internacionales e instituciones nacionales que aboguen por los intereses de la tercera edad. Algunas de ellas son Help Age International, la American Association for the Advancement of Retired Persons (AARP), Swiss Contact, o Pro-Vida Colombia. Diferentes conferencias y organismos internacionales han proclamado principios y planes de acción con el fin de que los gobiernos avancen en la satisfacción de los derechos y las necesidades físicas y emocionales de los ancianos. Destacan, por ejemplo, la Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, celebrada en Viena en 1982; una resolución sobre el tema de la Asamblea General de Naciones Unidas de 1991, así como el Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo celebrada en El Cairo en 1994, cuyas recomendaciones fueron luego retomadas (y aplicadas a las mujeres ancianas) en la Plataforma de Acción de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Beijing en 1995. El citado Programa de Acción de El Cairo, de forma similar a las otras declaraciones citadas, exhorta a los gobiernos a emprender las siguientes acciones: a) Ayudar a los ancianos a mejorar su calidad de vida y autonomía. b) Crear condiciones que les permitan trabajar y vivir de forma independiente en sus propias comunidades tanto tiempo como puedan y deseen, aprovechando plenamente sus capacidades. c) Reconocer y alentar su contribución a la familia y la sociedad, como voluntarios y proveedores de cuidados a otros. d) Mejorar los servicios y políticas de salud respondiendo a sus necesidades. e) Establecer sistemas de seguridad económica y social para ellos, que aseguren la solidaridad inter e intrageneracional y presten especial atención a las necesidades de las mujeres. f) Alentar las familias multigeneracionales y ayudar a que las familias atiendan mejor a los ancianos. g) Eliminar todas las formas de violencia y discriminación contra los ancianos. h) Concienciar sobre el envejecimiento de la población y sus problemas (FNUAP, 1998). M. E. Bibliografía
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