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Acción humanitaria: principiosJoana AbrisketaLa acción humanitaria se ha definido históricamente sobre la base de una serie de principios, éticos y operativos, entre los que destacan los de humanidad, imparcialidad, neutralidad, independencia y universalidad. Son principios enunciados en los Estatutos del Movimiento Internacional de la cruz roja; en el Código de Conducta relativo al socorro en casos de desastre para el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, y las organizaciones no gubernamentales (1994); en la Carta Humanitaria del proyecto esfera (1998), y, varios de ellos, en los Estatutos de la gran mayoría de las organizaciones humanitarias. El precursor de estos principios fue el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Ahora bien, pese a que éste se fundó en 1863, tales principios no se consolidaron hasta despúes de las dos Guerras Mundiales, en la Conferencia Internacional de la Cruz Roja de Viena en 1965. En las últimas décadas, y sobre todo en la post-Guerra Fría, estos principios se han visto cuestionados y sometidos a un proceso de redefinición. Esto es consecuencia de los inevitables dilemas éticos que afronta hoy la acción humanitaria en situaciones de conflicto civil y emergencia compleja, que constituyen contextos política y militarmente mucho más volátiles y difíciles que los desastres activados por catástrofes naturales, y en los que sobre el terreno es complicado diferenciar entre lo bueno y lo malo (Macrae, 1996:27). La redefinición y adecuación de los principios humanitarios a las nuevas circunstancias constituye uno de los principales debates actuales en el campo humanitario, y se ha plasmado en la elaboración de varios códigos éticos o de conducta para las agencias y ONG. Veamos algunos de esos principios humanitarios clásicos y los dilemas que afrontan. 1) Humanidad Implica proporcionar un trato respetuoso con la dignidad humana, orientado a aliviar el sufrimiento causado por los conflictos y los desastres. En este sentido, en la Carta Humanitaria del Proyecto Esfera se recoge este principio y se reafirma la creencia en el imperativo humanitario y su primacía, entendiendo por tal la convicción de que se deben adoptar todas las medidas posibles para evitar o aliviar el sufrimiento humano provocado por conflictos o calamidades, y de que la población civil víctima de esas circunstancias tiene derecho a recibir protección y asistencia. En un primer momento, el CICR hizo de la caridad su principio básico, siendo posteriormente reemplazado por la idea de humanidad y solidaridad. La caridad se asocia a la limosna donada en base a una relación paternalista y unilateral, entre un superior que da y un inferior que recibe, que no se preocupa por la justicia ni por cambiar las condiciones que afectan al beneficiario. El concepto de humanidad, por el contrario, evoca una relación entre seres humanos iguales, e integra no sólo la voluntad de alivar el sufrimiento, sino también de reflexionar sobre sus causas y de erradicarlas. 2) Neutralidad En el derecho internacional, desde el siglo XIX se recoge la neutralidad como el estatus jurídico de un Estado que ha decidido mantenerse apartado de la guerra entre otros Estados. Pero la acepción a la que nos referimos aquí es la relativa a la acción humanitaria, que supone la abstención de todo acto que, en cualquier situación conflictiva, pueda interpretarse como favorable a una de las partes implicadas o en detrimento de la otra. En palabras de Macrae (1996:2), supone no tomar partido en las hostilidades ni comprometerse en controversias políticas, raciales, religiosas o ideológicas; supone –según matiza– ser neutral no hacia el sufrimiento sino hacia la fuente del mismo. Es decir, no implica una indiferencia por parte de las organizaciones humanitarias (lo que sería contradictorio con sus principios éticos), sino que es una estrategia operativa, un medio para poder desempeñar el fin humanitario de ayuda y protección de las víctimas. La neutralidad es uno de los siete Principios Fundamentales del Movimiento de la Cruz Roja, adoptados en su Conferencia Internacional de Viena de 1965, que lo formula declarando que: “Con el fin de conservar la confianza de todos, el Movimiento se abstiene de tomar parte en las hostilidades y, en todo momento, en las controversias de orden político, racial, religioso y filosófico”. La neutralidad también figura entre los principios rectores de la ayuda humanitaria establecidos por la Resolución 46/182 (1991) de la Asamblea General de Naciones Unidas, una de las más relevantes en la materia. Cabe destacar que la neutralidad y la imparcialidad son principios paralelos, pues con ambos se pretende distinguir claramente la acción humanitaria de la acción política y militar. Ahora bien, mientras que el principio de imparcialidad implica acción (la de desarrollar una acción humanitaria sin discriminación por razón se la raza, sexo o ideología política), el de neutralidad supone la abstención de pronunciamiento sobre el conflicto. La neutralidad es la base que posibilita la acción humanitaria imparcial. Ahora bien, en muchos casos se ha constatado que la adhesión a este principio no ha garantizado en la práctica el permiso de acceso a las víctimas por parte de las autoridades o contendientes (Collins, 1998:14). Además, el principio de neutralidad ha sido cuestionado por diferentes autores y organizaciones, que tratan de incorporar a la acción humanitaria la exigencia de justicia, para que no consista en mera compasión. Su crítica es que, en última instancia, la neutralidad obliga al silencio e impide la denuncia de las violaciones de derechos humanos, sin la cual éstos no llegarán a satisfacerse. Ésta es la razón por la que, durante la guerra de Biafra (1967-70), un grupo de médicos franceses que trabajaban para el CICR se negaron a mantener el principio de neutralidad, fundando posteriormente, en 1971, médicos sin fronteras. En este sentido, el ex secretario general de dicha ONG, Desthexe (1994:87), entiende que para el mundo humanitario es imprescindible una organización neutral, pero que con una, el CICR, es ya suficiente. El cuestionamiento del valor de la neutralidad ha arreciado en la post-Guerra Fría, como subrayan numerosos autores (Macrae, 1996:3; Etxeberria, 1999a:48), por los diversos desafíos que suscitan las llamadas emergencias complejas: a) Desde finales de los 90, existe un creciente reconocimiento de que las crisis humanitarias, como las hambrunas, tienen causas políticas, y consisten en violaciones masivas de los derechos humanos, muchas veces orquestadas deliberadamente por grupos poderosos para obtener ganancias políticas o económicas (Keen y Wilson, 1994). Esto dificulta que la ayuda pueda ser neutral o imparcial. Rompe con la interpretación convencional de las crisis como resultado de factores naturales o económicos y de un carácter políticamente imparcial, visión que facilitaba la asunción de que las motivaciones de los donantes también fueran neutrales. b) Multitud de estudios han revelado que la ayuda humanitaria no es neutral en su impacto económico y político: lejos de beneficiar sólo a las víctimas, frecuentemente refuerza económica y políticamente a las facciones en conflicto y a los señores de la guerra. Los contendientes se afanan en controlar o manipular la ayuda, lo cual dificulta extraordinariamente que sea neutral e imparcial. c) El pragmatismo y la eficacia exigen muchas veces establecer compromisos con los bandos en lucha para que permitan acceder a las víctimas en las zonas bajo su control, con el riesgo de que esto les beneficie y refuerce. d) En los conflictos civiles actuales, la violencia es practicada por sectores amplios de la población, siendo difícil diferenciar entre civiles y soldados, entre inocentes merecedores de ayuda y culpables, lo que también dificulta la neutralidad de la ayuda. e) En muchas ocasiones, la acción humanitaria es utilizada por los gobiernos occidentales como un sustituto de la acción política que se requeriría para afrontar las causas de la crisis, o incluso para determinados fines de la política exterior. f) Existe una creciente militarización de la acción humanitaria, por la necesidad de protección armada a la ayuda así como por la actuación de contingentes militares en el contexto de las operaciones de paz, que plantean un reto para la neutralidad de las organizaciones humanitarias (ver ayuda humanitaria: concepto y evolución). 3) Imparcialidad Implica que la ayuda humanitaria debe proporcionarse a las víctimas en función de sus necesidades, no en función de cualquier otro criterio que suponga discriminación por raza, sexo, o ideología política. En palabras de Etxeberria (1999b:113), la imparcialidad se apoya en el valor común de la dignidad humana quebrantada por el sufrimiento: como víctimas sufrientes todos somos iguales. Los Estatutos del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, como los de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y Media Luna Roja, formulan el principio en los siguientes términos: “El Movimiento no hace ninguna distinción de nacionalidad, raza, condición social ni credo político. Se dedica únicamente a socorrer a los individuos en proporción con los sufrimientos, remediando sus necesidades y dando prioridad a las más urgentes”. En el principio de imparcialidad, por tanto, convergen dos elementos: la no discriminación y la proporcionalidad. Ahora bien, aunque el CICR mantiene su plena adhesión a este principio, otras organizaciones y autores lo conciben con mayor flexibilidad, debido a los problemas que encuentra en la práctica, aproximadamente los mismos que los vistos respecto a la neutralidad. En los conflictos civiles, es innegable que existen tanto víctimas como victimarios, y ayudar sin distinciones a unos y otros puede reforzar a los segundos y prolongar el conflicto. Por consiguiente, desde el punto de vista práctico, la imparcialidad no significa que se deba suministrar ayuda a toda una población o sin condiciones. En este sentido, la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 excluye de su protección a los culpables de crímenes graves (ver refugiado: definición y protección). Igualmente, los Convenios de Ginebra de 1949 establecen claras distinciones entre los civiles y los combatientes (ver derecho internacional humanitario). De modo que la ayuda humanitaria se puede concentrar en una de las partes o en un grupo determinado si se prueba que dicha parte o grupo (niños[Niños de la calle , Niños soldado], ancianos, enfermos, mujeres embarazadas) es más vulnerable. En tales casos la ayuda humanitaria no viola el principio de imparcialidad, sino que se acomoda a una realidad más compleja que las puras exigencias deontológicas. 4) Independencia Significa que las organizaciones humanitarias desempeñan sus funciones sobre la base de sus propias decisiones, al margen de condicionamientos políticos tanto en sus países de origen como en los que actúan. Ahora bien, como ocurre con los demás principios, éste también se ve cuestionado en la práctica por diferentes factores: la necesidad de fondos públicos, la colaboración con los gobiernos u otros grupos de poder en los países receptores, o la influencia de los medios de comunicación y la necesidad de reclamar su atención. 5) Universalidad Este principio implica que cualquier víctima de un desastre natural o humano debe ser socorrida, independientemente de toda diferencia política, étnica o de otro tipo, por cuanto todos formamos parte de la humanidad. Sin embargo, su aplicación resulta casi imposible. La era de la globalización y de la recepción de las noticias en tiempo real ha incidido en el aumento de las demandas de acción humanitaria, pero, al mismo tiempo, sólo algunas de las situaciones de crisis merecen la respuesta internacional, mientras otras quedan olvidadas. 6) Conclusiones Estos principios humanitarios proporcionan un marco de referencia para orientar y juzgar la acción humanitaria, y en gran medida siguen teniendo validez. Sin embargo, como hemos visto, la complejidad de las crisis humanitarias actuales hace que, en la práctica, la neutralidad e imparcialidad choquen con los enfoques partidarios de la denuncia de las violaciones de derechos humanos y de la solución de las raíces de los conflictos, que han ganado peso entre agencias multilaterales y ONG internacionales. Esta defensa de los derechos humanos inevitablemente requiere actuar contra alguna de las partes, amenazando la imparcialidad (Roberts, 1996:58). Por otro lado, no existe un sistema institucional o jurídico que obligue a la adhesión a esos principios básicos y sancione su incumplimiento. No obstante, varios mecanismos pueden contribuir a su implementación. En este sentido, una idea no materializada es la de crear una especie de ombudsman global que vele por su seguimiento. También los mecanismos de evaluación y auditoría pueden ser útiles. Pero el instrumento fundamental será la propia autorregulación de los actores humanitarios, a lo cual pueden contribuir decisivamente los diferentes códigos de conducta elaborados, como el Código de Conducta para la ayuda humanitaria de la Cruz Roja y multitud de ONG, el proyecto esfera, o la iniciativa británica People in Aid, que ha desarrollado unos principios para el reclutamiento y gestión de los trabajadores humanitarios (Macrae, 1996:27). J. Ab. Bibliografía
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