http://dicc.hegoa.efaber.net
Capital socialJokin Alberdi y Karlos Pérez de ArmiñoConjunto de normas, redes y organizaciones construidas sobre relaciones de confianza y reciprocidad, que contribuyen a la cohesión, el desarrollo y el bienestar de la sociedad, así como a la capacidad de sus miembros para actuar y satisfacer sus necesidades de forma coordinada en beneficio mutuo. El capital social es un concepto de reciente y creciente aplicación en los estudios sobre el desarrollo. Se refiere a una realidad menos tangible que el capital humano (conocimientos) o el capital físico (bienes materiales), pero resulta también decisivo para la actividad productiva, la satisfacción de las necesidades personales y el desarrollo comunitario. El capital social constituye ciertos recursos de las personas, derivados de sus relaciones sociales, que tienen una cierta persistencia en el tiempo. Tales recursos son utilizados por las personas como instrumentos con los que aumentar su capacidad de acción y satisfacer sus objetivos y necesidades (obtener empleo, recibir ayuda, etc.), al tiempo que facilitan la coordinación y cooperación entre aquéllas en beneficio mutuo. En consecuencia, resulta un factor decisivo también respecto a las capacidades de las familias para afrontar las crisis y desastres, o para recuperarse tras ellos. En buena medida, el auge del concepto parte de una reacción al pensamiento económico clásico y neoclásico, que, desde hace siglos, ha concebido a la sociedad como una serie de individuos independientes, con objetivos particulares que dan lugar a la competencia en el mercado. Por el contrario, quienes hacen uso de este concepto subrayan que las personas utilizan sus recursos sociales para conseguir, a través de la cooperación mutua, objetivos que de lo contrario serían difícilmente alcanzables (Coleman, 1990:300-304). Aunque el término se utilizaba ya en la sociología, su incorporación a los estudios sobre el desarrollo tuvo lugar sobre todo a partir de la publicación en 1993 por Robert Putnam de su obra Making Democracy Work: Civic Traditions in Modern Italy. Éste argumenta que la existencia de una sociedad civil basada en organizaciones horizontales incrementa la confianza social entre los individuos que las componen, al tiempo que crea un entorno social que exige y propicia un gobierno más sensible y responsable hacia el bien común. Putnam ofrecía así un marco conceptual y metodológico para entender y medir el desarrollo de una sociedad civil, considerado además como esencial para el proceso de democratización. En su formulación, el capital social consiste en el activo históricamente acumulado por una sociedad a partir de la acción organizada de sus miembros (individuos o colectivos), sobre la base de determinadas normas sociales de cooperación, la interiorización de varios valores (confianza, solidaridad, reciprocidad), y la existencia de un tejido social (o “redes de compromiso”, como las denomina), permitiendo tal capital social una mayor eficacia en la consecución del bienestar. El concepto se ha expandido desde entonces debido a su utilidad para dos tipos de enfoques, ambos interesados en la organización de la sociedad civil. Por un lado, para los argumentos postulados por el banco mundial y otras instancias neoliberales en torno al buen gobierno así como al refuerzo de la sociedad civil y de la iniciativa privada como contrapesos al Estado. Por otro, para los debates teóricos en el campo del desarrollo que defienden la descentralización de la gestión política para hacerla más cercana a los ciudadanos, así como la participación comunitaria y el empoderamiento de la población y de los grupos más vulnerables. De esta forma, la formulación inicial de Putnam se ha ampliado. Así, por ejemplo, Coleman (1988, 1990) entiende que el capital social está compuesto por los siguientes recursos: a) Las redes sociales, como son los lazos de parentesco, las redes comunitarias informales, las organizaciones sociales, etc. El mantenimiento de estos vínculos requiere una inversión de tiempo y dedicación, pero permite obtener beneficios en forma de flujos de solidaridad, capacidad de defensa de intereses y derechos, obtención de información (la cual resulta determinante para la capacidad de decisión y actuación del individuo), etc. b) Las normas sociales (de voluntariedad, altruismo, comportamiento) y derechos comúnmente aceptados, así como las sanciones que los hacen efectivos. c) Los vínculos de confianza social, la cual garantiza un entramado de obligaciones y expectativas recíprocas que posibilitan la cooperación. Estas relaciones pueden abarcar también las de autoridad, consistentes en la cesión consensuada a un líder de poderes para gestionar problemas colectivos. Como vemos, una diferencia fundamental entre Putnam y Coleman es que el primero se limita a considerar las asociaciones horizontales, entre iguales, mientras que Coleman contempla también organizaciones de tipo vertical, esto es, con relaciones jerárquicas y una distribución de poder desigual entre las personas. Por su parte, otros autores presentan diversas matizaciones en la concepción del capital social. Así, Fukuyama (1995) sostiene que el nivel de confianza inherente, como característica cultural de una nación, condiciona su bienestar y capacidad competitiva. A su vez, Harriss (1997), inscrito en la corriente neo-institucional, opta por un concepto amplio, pues incluye no sólo las relaciones informales, locales, horizontales y jerárquicas, sino también las relaciones y estructuras formales e institucionalizadas: gobierno, régimen político, estado de derecho, sistema judicial, y libertades civiles o políticas. De este modo, sostiene que las instituciones tienen un efecto importante sobre el ritmo y la orientación del desarrollo económico. La idea del capital social ha penetrado con fuerza en el Banco Mundial, que en 1994 creó un grupo de trabajo sobre el tema dentro de su unidad de Desarrollo Social. En varios de sus estudios al respecto (World Bank, 1997), así como en su Informe sobre Desarrollo Mundial de 1997, insiste en la importancia que tiene el capital social y la organización de los actores sociales para el crecimiento económico y el desarrollo, por cuanto favorecen el intercambio de información, la coordinación de actividades y la toma colectiva de decisiones. Subraya que el capital y la cohesión social son factores cruciales para aliviar la pobreza y lograr el desarrollo humano y económico sostenible. De este modo, afirma, en sus proyectos y programas para reducir la vulnerabilidad de las personas y familias un objeto central de análisis radica en la falta de organización o vertebración social, así como en la creación de redes familiares y sociales. Igualmente, recomienda a los donantes que promocionen formas “deseables” de capital social mediante el apoyo a las ONG y los gobiernos locales, camino que efectivamente ha sido emprendido por algunos de aquéllos. Ciertos autores, como Harriss y De Renzio (1997), han formulado varias críticas a las concepciones del capital social de Putnam y del Banco Mundial, como las que siguen: a) La existencia de redes y normas que favorecen el intercambio económico no garantiza que éstas favorezcan la democracia: lo bueno para los mercados no tiene por qué serlo para la democracia. b) El capital social no siempre es positivo, puesto que redes y organizaciones como las mafias son perniciosas para la mayoría de la sociedad. c) El término “capital social” es impreciso y da lugar a malentendidos, pues se utiliza en referencia a contenidos bastante diferentes (vínculos familiares, organizaciones sociales, relaciones entre sociedad civil y Estado, marco político e institucional, normas sociales, etc.). d) Según cuál sea el concepto de capital social del que se parta, los proyectos orientados a incrementarlo pueden contribuir a reducir las desigualdades estructurales en las relaciones de poder, pero a veces también a incrementarlas. De lo dicho, podemos concluir que una persona o familia con un escaso capital social dispone de pocas capacidades y de un alto nivel de vulnerabilidad. En efecto, carece de unas relaciones sociales que le proporcionen los recursos (contactos, información, vínculos de ayuda recíproca…) necesarios para mejorar su bienestar, así como para poder ejecutar con éxito sus estrategias de afrontamiento ante los desastres. Hay diversos factores que pueden motivar un bajo capital social. Uno de ellos es la falta de una familia que pueda proporcionar apoyo, ya que los parientes son la principal fuente de ayuda durante y tras los desastres, sobre todo en las sociedades tradicionales del tercer mundo, donde la protección pública es escasa. Del mismo modo, las personas marginadas respecto a la comunidad en la que viven muy probablemente se vean desprotegidas y carentes de la ayuda que ésta pudiera proporcionar mediante los vínculos tradicionales de solidaridad comunitaria (ver economía moral; fondos rotatorios). Ambas situaciones afectan, por ejemplo, a los inmigrantes recientes, que suelen disponer de unas relaciones familiares y sociales reducidas. También pueden disponer de un escaso capital social aquellas personas no implicadas en redes sociales informales o en asociaciones establecidas, que son esenciales para defender los derechos y promover el desarrollo humano de los pequeños campesinos, las mujeres, y otros sectores vulnerables (Pérez de Armiño, 1999:28). J. Al. y K. P. Bibliografía
Bloques temáticos |