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Salud y enfermedadJonatan RapaportLa salud es el estado de completo bienestar físico, psíquico y social, y no la mera ausencia de enfermedad. Esta definición adoptada por la oms[Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados,ver ACNUR, Departamento para la Ayuda Humanitaria de la Comunidad Europea, ver ECHO, Comercio justo, Comida o dinero por trabajo,Proyectos/Programas de, ECHO (Departamento para la Ayuda Humanitaria de la Comunidad Europea), INSTRAW (Instituto Internacionalde Investigaciones y Capacitaciónde las Naciones Unidas parala Promoción de la Mujer), Medios de comunicación, OMC (Organización Mundial de Comercio), OMS (Organización Mundialde la Salud), Comité de Ayuda al Desarrollo,ver CAD, Educación sanitaria y promociónde la salud, Emergencia compleja, Economía moral , ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), CAD (Comité de Ayuda al Desarrollo)], Organización Mundial de la Salud, en su constitución en 1948, tiene el mérito de presentar un carácter positivo, de ser universalmente válida y de ampliar la noción de salud más allá de una definición de contenido puramente patológico del modelo biomédico. No obstante, se ha criticado por ser excesivamente amplia, idealista y por no tener un criterio práctico. Hay que reconocer que la salud es un concepto multidimensional, vago y dinámico que depende del juicio de la persona que lo emite: médico, enfermo, familia o comunidad. En 1986, en la Carta de Ottawa, la OMS volvió a definir la salud como: “un recurso para la vida cotidiana, no el objetivo de la vida en sí. Un concepto positivo que hace hincapié en los recursos personales, sociales y culturales además de en las capacidades físicas, no siendo la salud un estado abstracto, sino un medio para un fin que puede ser expresado de manera funcional como un recurso que permite a las personas llevar una vida individualmente, socialmente y económicamente productiva” (WHO, 1986). Es decir, la habilidad de un individuo de alcanzar su potencial y responder de manera positiva a los desafíos de su entorno. Esta amplia concepción tiene una implicación importante: todas las políticas e intervenciones (proyectos de desarrollo, por ejemplo) tienen que tener en cuenta que los cambios socioeconómicos tendrán un importante impacto sobre la salud y el bienestar individual y colectivo. En el mismo espíritu de esa definición, la Carta de Ottawa define la salud como un derecho humano fundamental y menciona condiciones y recursos fundamentales para la salud: paz, refugio, educación, alimento, ingresos, ecosistema estable, recursos sostenibles, equidad y justicia social. El reconocimiento de estos requisitos subraya las relaciones intrínsecas que existen entre las condiciones económicas y sociales, el medio ambiente físico, el estilo de vida individual y la salud. Reconocer estos lazos es fundamental para entender la extensa definición de la salud. De este modo, la salud es un componente esencial de nuevos conceptos como la seguridad alimentaria, la seguridad humana y el desarrollo humano. Por otro lado, la enfermedad y la salud son conceptos internos de cada cultura. Son el objeto de representaciones sociales en donde el cuerpo es sólo uno de los aspectos. Las nociones generales ignoran habitualmente la manera en la que nos diferenciamos como individuos, así como también la enorme diferencia en expectativas de salud que tenemos entre los diferentes grupos sociales. Por lo tanto, para tener una mayor comprensión de la prevalencia y la distribución de la salud y la enfermedad en una población, hace falta un enfoque integral que combine cuestiones sociológicas y antropológicas además de las puramente biológicas y de conocimientos médicos sobre salud y enfermedad. Desde las ciencias sociales, se suele diferenciar entre definiciones positivas y negativas de la salud. El concepto positivo de la salud, ya mencionado más arriba, habla de un estado de salud que va más allá de la mera ausencia de síntomas. Habitualmente incluye calidad de vida y desarrollo del potencial de la condición humana. También pueden incluirse la autorrealización y la vitalidad necesaria para vivir y crear. Este enfoque va más allá de simplemente hacer frente a la vida y habla de la noción de prosperar. Por su parte, las definiciones de salud física que se basan en el deterioro fisiológico se denominan a menudo definiciones “negativas”, porque la vinculan conceptualmente a la enfermedad biológica o, más exactamente, con su ausencia. Con este criterio, las necesidades de salud física del individuo quedan cubiertas si no padece de manera aguda y prolongada una o más dolencias específicas. La definición negativa de la salud es enormemente concreta y, a primera vista, es de aplicación universal, sirviendo de base de comparación, de entendimiento y, en ocasiones, para las acciones de mejora de la salud física de las personas en contextos sociales diferentes (ver indicadores de salud). En resumen, la salud física en su sentido negativo (es decir, la falta de salud) está menos sometida a interpretaciones derivadas de las diferencias culturales. (Doyal y Gough, 1994:87). En cuanto a la enfermedad, puede definirse como una alteración del estado de salud, es decir, pérdida transitoria o permanente del bienestar físico, psíquico o social. Se la puede considerar desde dos concepciones: una subjetiva, que es el malestar (sentirse mal con diferente intensidad), y otra objetiva, que es la que afecta a la capacidad de funcionar (limitación del funcionamiento corporal en diferentes grados). Coincidiendo con esas diferencias, la lengua inglesa hace una distinción, que no existe en castellano ni en francés, entre disease e illness. El término disease se refiere a una manifestación clínica de anormalidad del funcionamiento físico o infección por un patógeno en un individuo o huésped. Incluye anormalidades orgánicas y patológicas observables en órganos y sistemas, sean o no culturalmente reconocibles. Por su parte, illness sería la experiencia de un cambio desfavorable en el funcionamiento social o en referencia a un estado de bienestar anterior, es decir, un estado de connotación principalmente social que incluye la enfermedad pero que no está limitado a ella. Ya que es perfectamente posible sentirse enfermo sin estarlo desde el punto de vista objetivo, al mismo tiempo que es posible estar padeciendo una enfermedad o una condición precaria de salud sin darse cuenta de ello, las dos nociones podrían darnos visiones diferentes sobre el alcance de la salud o la enfermedad dentro de la sociedad. La experiencia subjetiva de enfermedad debe ser un claro componente en la construcción de indicadores objetivos de salud deteriorada. La razón de esto es que, para aparecer en las estadísticas (al menos en las que están confeccionadas por médicos y por hospitales), las personas deben acudir en busca de consejo médico. Las estadísticas están hechas sobre la base de causas de muerte (mortalidad) y la prevalencia de enfermedad (morbilidad) (ver indicadores de salud), pero las personas no aparecen en esta última categoría a menos que se sientan subjetivamente enfermas en tal grado como para acudir al médico. La conclusión evidente es que las estadísticas no revelan los verdaderos índices de morbilidad, ya que habitualmente las personas no informan a los médicos de cada síntoma de enfermedad. Desde el punto de vista antropológico, la salud está vinculada a factores políticos y económicos que pautan las relaciones humanas, dan forma al comportamiento social y condicionan la experiencia colectiva. Los sistemas económicos como el capitalismo son vistos como fuerzas dominantes que moldean la práctica clínica e influyen sobre la distribución de las enfermedades. Esto se debe a que la medicina es percibida no sólo como un conjunto de procedimientos y tratamientos, sino también como un particular conjunto de relaciones sociales e ideologías que los legitiman. Este enfoque permite reconocer la importancia central de las dimensiones político-económicas de ambas, salud y enfermedad, como además la desigual relación social entre curadores y pacientes. La enfermedad, según la antropología médica (Barfield, 1997:122-3), ha desempeñado un importante papel en la evolución de ambos: biología humana y sistemas culturales. Las enfermedades infecciosas, por ejemplo, representan retos a la supervivencia y por lo tanto actúan como un agente de selección de la especie y de adaptación biológica y cultural. Para entender las enfermedades, este enfoque ecológico-cultural hace hincapié en el hecho de que el medio ambiente y los riesgos para la salud que éste tiene están principalmente creados por la cultura. La cultura determina la distribución socio-epidemiológica de las enfermedades por dos mecanismos. Desde el punto de vista microscópico, la cultura moldea el comportamiento de las personas (alimentación, exposición a aguas contaminadas, prácticas sexuales, etc.) que predisponen a la gente a determinadas enfermedades. Desde una perspectiva macroscópica, las fuerzas político-económicas y las prácticas culturales hacen que las personas actúen con el medioambiente de maneras que pueden afectar a la salud, sea exacerbando enfermedades o protegiendo las personas de las mismas. La construcción de presas para la intensificación de la producción agrícola, por ejemplo, puede incrementar la incidencia de la esquistosomiasis o del paludismo. J. R. Bibliografía
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