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Pobreza humanaAlfonso DuboisCarencia de capacidades en las personas o fracaso en conseguir esas capacidades a niveles mínimamente aceptables. La pobreza humana es la propuesta conceptual de pobreza que propone el pnud partiendo del enfoque del desarrollo humano. Este enfoque supuso una reformulación del concepto de bienestar, por lo que era lógico que el concepto de pobreza experimentara asimismo una profunda revisión. Así lo expresa el pnud (1997:17): “Si el desarrollo humano consiste en ampliar las opciones, la pobreza significa que se deniegan las oportunidades y las opciones más fundamentales del desarrollo humano: vivir una vida larga, sana y creativa y disfrutar de un nivel decente de vida, libertad, dignidad, respeto por sí mismo y de los demás. El contraste entre desarrollo humano y pobreza humana refleja dos maneras diferentes de evaluar el desarrollo”. La pobreza se plantea desde esta perspectiva como la carencia por las personas del nivel mínimamente aceptable de capacidades, o el fracaso en conseguirlas. La referencia de la pobreza ya no es el ingreso o la renta, sino el proceso por el cual las personas alcanzan o no el bienestar. Al menos desde la perspectiva de la conceptualización, el PNUD sigue la propuesta de Amartya Sen de considerar las capacidades de las personas como la referencia decisiva para determinar la pobreza. Ello supone entender la pobreza como un concepto relativo, como un proceso más que como un resultado, con un contenido pluridimensional: “en el concepto de capacidad, la pobreza de una vida se basa no sólo en la situación empobrecida en que la persona vive efectivamente, sino también en la carencia de oportunidad real, determinada por limitaciones sociales y por circunstancias personales, para vivir una vida valiosa y valorada” (PNUD, 1997:18). En los primeros Informes sobre Desarrollo Humano anuales del PNUD no se planteó la elaboración de un concepto alternativo de pobreza. Dado que el Índice de Desarrollo Humano (IDH) no se había diseñado para captar las privaciones que quedaban sin cubrir al mismo tiempo que se avanzaba en los logros de desarrollo, no deja de sorprender que durante bastante tiempo no sintiera la necesidad de elaborar indicadores que fueran sensibles a la situación de privación de las personas. Hay que esperar hasta el Informe del año 1996 para encontrar un reconocimiento del PNUD de la insensibilidad del IDH para detectar las situaciones de carencia y de aspectos distributivos, que se intentan salvar con las propuestas de un indicador específico de pobreza (ver indicadores de pobreza). En los Informes del PNUD de 1996 y 1997 se ofrecen dos nuevos indicadores que pretenden reflejar la pobreza entendida como la carencia de oportunidades reales. Estos índices se denominan Índice de Pobreza de Capacidades (IPC), correspondiente al Informe de 1996, e Índice de Pobreza Humana (IPH), aparecido en el Informe de 1997. Los índices tienen diferencias notables, aunque el Informe de 1997 al presentar el nuevo IPH lo declara continuador del anterior IPC y construido sobre las mismas bases. El hecho de presentar dos índices en dos años consecutivos es un reflejo de las dificultades para encontrar un indicador compuesto capaz de satisfacer las complejidades del nuevo enfoque. El Índice de Pobreza de las Capacidades (IPC) se planteaba analizar la pobreza a escala de los hogares, con el propósito de captar más directamente las privaciones de las gentes. Su objetivo era poner de manifiesto la existencia de aspectos críticos de determinadas privaciones para detectar dónde era prioritario dedicar esfuerzos para conseguir avanzar en el desarrollo humano. En el IPC se seleccionan como aspectos básicos dos de los contemplados por el IDH, pero rechaza cualquier consideración del ingreso o renta, lo que ya supone una diferencia significativa. Pero donde más diverge el IPC respecto al IDH es en la selección de los indicadores. Los aspectos que considera básicos el IPC, y cuyas deficiencias pretende medir, son: tener una vida saludable, con buena alimentación; tener capacidad de procreación en condiciones de seguridad y saludables, y estar alfabetizado y poseer conocimientos. Los tres indicadores que miden las deficiencias de capacidad en esos aspectos son: el porcentaje de niños menores de cinco años con peso insuficiente, el porcentaje de partos que no reciben atención de personal capacitado y el porcentaje de mujeres de 15 o más años de edad que son analfabetas. La argumentación que el PNUD hace para la elección de cada indicador se basa en sus cualidades para condensar una serie de procesos. Ello otorga a esos indicadores una especial significación como reflejo de situaciones estructurales del país, no fácilmente mejorables en espacios cortos de tiempo. Una mención especial merece el indicador de la tasa de analfabetismo de las mujeres de 15 o más años, porque refleja no ya una dimensión específica de género, sino que convierte una medida de género en una medida global del desarrollo. Según esta propuesta, no se puede decir que un país mejora porque su tasa global de alfabetismo mejora y luego hacer una acotación señalando que, sin embargo, la tasa de alfabetización de las mujeres es más lenta que la de los hombres. El IPC plantea directamente que no podrá afirmarse que se produce una mejora en la tasa de alfabetización mientras no mejore absolutamente esa tasa en el grupo de mujeres de 15 o más años. El IPC pretende poner el acento en los aspectos críticos y al señalar éste del analfabetismo de las mujeres adultas aporta un avance sobre otros indicadores en la consideración de la dimensión de género para la medida del desarrollo. El IPC, a pesar de su indudable novedad e interés, no ha alcanzado ninguna difusión, al interrumpirse su elaboración sin que pudiera mostrar su validez como índice. Ha quedado sin explicación oficial su retirada en un período tan corto de tiempo. El hecho de que los datos de pobreza medidos según el IPC fueran mayores que las mediciones de la pobreza en base a la renta, es decir la línea de pobreza establecida por el banco mundial, puede haber sido uno de los factores que expliquen su corta vida. Índice de Pobreza Humana (IPH) En el Informe de Desarrollo Humano de 1997, el PNUD presenta el IPH como una continuación del IPC del año anterior y, en ese sentido, llamado a sustituirlo. A pesar de su pretensión por captar las carencias de oportunidad real para vivir una vida valiosa y valorada, el Informe reconoce la dificultad de integrar en el índice dimensiones críticas de la pobreza humana como son la libertad política, la participación en decisiones, la seguridad personal, las amenazas a la sostenibilidad y la equidad intergeneracional (PNUD, 1997:19). La pretendida continuidad con el IPC anterior se pone en cuestión al contemplar las importantes diferencias que se dan en la selección de indicadores. El cuadro de las dimensiones básicas e indicadores del IPH es el siguiente:
Como puede apreciarse, los indicadores, salvo el porcentaje de menores de 5 años desnutridos, son diferentes del índice anterior (IPC). Y, lo que es más destacable, se han suprimido los indicadores que hacían referencia explícita a la mujer. Así, el analfabetismo se mide ahora sin diferenciación de género y se ha eliminado el porcentaje de partos en condiciones inadecuadas. Hay que destacar que este IPH resulta más convencional y ofrece resultados menos negativos de la pobreza, o si se quiere más suaves, que el IPC. De hecho, las estimaciones según el IPH presentan en conjunto una extensión de la pobreza más baja que la medida en base al ingreso de 1 dólar por día que establece el Banco Mundial, al contrario de lo que sucedía con el IPC. Para el año 1997, la pobreza humana, medida por el IPH, afectaba a una cuarta parte de la población de los países en desarrollo, mientras que la pobreza según el ingreso alcanzaba a la tercera parte de esa población (PNUD,1997:26). Merece destacarse otra cuestión en la concepción de este índice: la asunción de que la selección de indicadores debe hacerse de manera que sea sensible al contexto social del país. Esta opción plantea un debate importante. El PNUD considera que no es posible lograr un índice de pobreza humana que sea igualmente válido para todos los países. Así, desde el Informe de 1998 distingue dos IPH, uno, el señalado arriba, denominado IPH-1, que mide la pobreza humana en los países en desarrollo; y otro, el IPH-2, que mide la pobreza humana de los países industrializados. En el IPH-2 se utilizan las mismas medidas que en el IPH-1 sobre la supervivencia y los conocimientos, si bien se utilizan niveles más exigentes para considerar cuándo hay pobreza. En cuanto a supervivencia, se considera que hay privación cuando se estima que las personas no sobrevivirán hasta los 60 años; y respecto a los conocimientos, cuando se da la situación de analfabetismo funcional (carecer de la capacidad para leer y escribir adecuada a las exigencias más fundamentales de la sociedad moderna, como leer las instrucciones de un frasco de medicamentos o leer cuentos). Donde se introducen modificaciones es en la forma de medir la privación de aprovisionamiento económico, al considerar que existe privación cuando las personas disponen de un ingreso inferior al 50% de la media de la sociedad, y en la introducción de la exclusión social como nueva referencia de la privación humana, que se define como el desempleo de largo plazo, a partir de 12 meses de duración. Esta diferenciación tiene una doble consecuencia: primera, abandonar la pretensión de una norma universal de pobreza; segunda, reconocer el carácter relativo y la necesidad de adecuar el concepto de pobreza a cada contexto social. Pero, igualmente, suscita la duda de si ello puede servir de apoyo a seguir considerando que los países más pobres deben contentarse con objetivos limitados de bienestar. La discusión de si los estándares de cumplimiento de las necesidades básicas deben ser los mismos para todos los países o deben establecerse según el nivel de desarrollo de cada país no tiene una respuesta única. Para algunas necesidades, fijar el cumplimiento de acuerdo a lo que los países más ricos consideran mínimos resultaría absolutamente irreal. Pero, asimismo, parece que en algunas cuestiones debiera haber una referencia universal, como, por ejemplo, alfabetismo, vacunaciones, etc. Aun reconociendo que, en principio, puede resultar positiva la elaboración de un índice de pobreza que tenga en cuenta las características de los países pobres, al mismo tiempo hay que levantar la alarma de que esa especificación no se traduzca en fijar de nuevo un nivel de mínimos de pobreza, similar al de las líneas de pobreza, que cumple una función de denuncia pero que dificulta la visión de la pobreza como una superación de privación de capacidades. Los datos que ofrece el PNUD (1999:146-8) muestran la pobreza humana en los países en desarrollo y en columna paralela la pobreza medida en función de 1 dólar diario (PPA). Comparando los mismos con los datos que ofrece el Banco Mundial, las diferencias son notables en el caso de América Latina y el Caribe, donde según el IPH el 14’5% de las personas son pobres, mientras que según el umbral de 1 dólar/día son el 15’6%. Lo mismo ocurre con el África Subsahariana, donde el IPH estima que hay un 40’6% de pobres, mientras que el Banco Mundial establece el 46’3%. A. D. Bibliografía
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