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MitigaciónKarlos Pérez de ArmiñoConjunto de medidas para minimizar el impacto destructivo y perturbador de un desastre. La mitigación __ constituye uno de los tipos de intervención que se engloban en la denominada gestión de desastres. Para algunas instituciones y autores (Hutchinson, 1991; Frankenberger, 1991), la mitigación consiste en aquellas medidas que se ejecutan cuando comienza a gestarse un proceso de desastre concreto, como puede ser una hambruna, a fin de frenar en lo posible la escalada de la vulnerabilidad y aminorar el impacto del desastre. Sin embargo, otros (UNDP-DHA, 1994) la adoptan como un concepto genérico más amplio, consistente en medidas para minimizar el impacto del desastre, pero que pueden ejecutarse en todo momento: antes del desastre, por lo que incluiría también las medidas de preparación y de prevención[Prevención de conflictos, Prevención de desastres] a largo plazo; durante el desastre, en la fase de emergencia; y pasado el desastre, en el contexto de rehabilitación o reconstrucción, a fin de reducir el riesgo a crisis futuras. Tradicionalmente, la mitigación ha tendido a concentrarse en el objetivo de reducir la intensidad de las catástrofes, o eventos desencadenantes de los desastres. Sin embargo, hoy se tiende a subrayar más la necesidad de mejorar las condiciones en las que vive la gente. Así, en un sentido amplio, la forma más efectiva de mitigación es la promoción de un desarrollo humano equitativo, que reduzca la vulnerabilidad de la población e incremente sus capacidades de forma duradera. Sin embargo, en un sentido más estricto, la mitigación suele referirse a un conjunto de medidas concretas para minimizar los perjuicios de los desastres provocados, sobre todo, por catástrofes naturales (ya que los asociados a conflictos civiles y emergencias complejas constituyen contextos mucho más difíciles e imprevisibles), ayudando a la gente a sobrevivir, a preservar sus sistemas de sustento y a poder afrontar mejor los desastres futuros. Por ello, es importante que las medidas de mitigación sean contempladas en los planes y programas de desarrollo a largo plazo, cosa que no suele ser habitual. Las medidas de mitigación pueden ser de diferentes tipos. Uno de ellos consiste en la construcción de infraestructuras físicas, muchas de ellas orientadas a evitar calamidades precipitadas por el agua, como son las terrazas en las laderas propensas a corrimientos de tierras, los diques y muros para reducir el riesgo de inundaciones, y las cunetas para el desagüe pluvial. Otras medidas pueden ser, por ejemplo, el reparto de alimentos, semillas, herramientas y otros insumos agrícolas; la capacitación en técnicas adaptadas a la sequía; la organización de programas de dinero o comida por trabajo para proporcionar empleo e ingresos a quienes carezcan de ellos; las intervenciones en el mercado mediante la puesta en venta de las reservas públicas de cereales para bajar y estabilizar sus precios; las campañas de vacunación de personas y ganado, y otras intervenciones sanitarias; la instalación de nuevos puntos de aprovisionamiento de agua, etc. Además, también pueden llevarse a cabo las diferentes medidas de preparación ante los desastres, como son la capacitación técnica, la sensibilización ciudadana, la realización de mapas de vulnerabilidad y de estudios de riesgos, la adopción de pautas legislativas, etc. La ejecución de tales medidas requiere disponer de un sistema de alerta temprana que informe de la aparición de la crisis, así como de una adecuada preparación con mecanismos de respuesta preestablecidos. Del mismo modo, la mitigación debe descansar en un adecuado conocimiento de las condiciones de la población local y de su propia experiencia en torno a los desastres y la forma de afrontarlos. También requiere un análisis desagregado de la vulnerabilidad de los diferentes sectores sociales, de sus sistemas de sustento y de sus estrategias de afrontamiento. La mitigación tendría que responder a esa realidad y buscar el refuerzo de las capacidades de dichos sectores, tanto en cuanto a sus estrategias familiares y comunitarias (diversificación de actividades, pautas migratorias, mecanismos de solidaridad, etc.), como a su acceso a los recursos materiales y a su nivel organizativo, apoyando a tal fin tanto a las instituciones formales como los lazos de parentesco y otras redes sociales informales (ver capital social). Sin embargo, lo cierto es que frecuentemente los mecanismos nacionales e internacionales de ayuda ignoran las capacidades locales y a veces contribuyen más bien a socavarlas, lo cual a la larga puede volver más vulnerable a la población, como advierten Hutchinson (1991:12) y Frankenberger (1991:20). Las acciones de __ayuda de emergencia y de mitigación frecuentemente se superponen no sólo en el tiempo, sino también en sus objetivos, instituciones y personal que las llevan a cabo. Tal circunstancia hace que la mitigación sea a veces vista con recelo, al considerar que resta recursos a las acciones de emergencia sin tener la eficacia de éstas. Ocurre que la mitigación, en los entornos rurales, suele consistir en intervenciones geográficamente dispersas de ayuda a la población antes de su éxodo, lo que puede parecer ineficaz en comparación con la ayuda en los campos de socorro, donde la concentración de los afectados reduce las dificultades logísticas y maximiza el uso del personal y el tiempo (ver refugiados, campos de). Sin embargo, la mitigación tiene, respecto a la ayuda de emergencia, la gran ventaja de que al aminorar el desastre ahorra grandes costes humanos y económicos. Su prioridad es ayudar a los vulnerables a afrontar la crisis de forma que sigan siendo económicamente productivos (permitiéndoles no tener que vender sus bienes productivos para sobrevivir), mantengan sus relaciones familiares y sociales, y no tengan que abandonar su casa y tierras para acogerse a la beneficencia de los campos de ayuda. Sin duda la mitigación es preferible a tales campos, habituales en la ayuda de emergencia, que han de verse como una salida extrema dados los quebrantos que pueden originar: corte de la actividad productiva, separación familiar, quiebra de los mecanismos de la solidaridad social, estigma social derivado de la dependencia de la ayuda, riesgo de contagios infecciosos por hacinamiento, etc.). Además, el coste y esfuerzo necesarios para rehabilitar los sistemas de sustento son mucho mayores si se espera a actuar cuando éstos ya están muy deteriorados. K. P. Bibliografía
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