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Ética de la ayudaMarlen EizagirreConjunto de valores y principios morales que fundamentan las acciones de cooperación para el desarrollo y de ayuda humanitaria. En campos como la economía o las relaciones internacionales han aparecido corrientes que reflexionan en torno a los deberes morales que para la humanidad, y en particular para los países del Norte, se derivan de las relaciones de desigualdad e injusticia centro-periferia y de los problemas que afronta el tercer mundo. Esta reflexión ética tiene su reflejo también en el campo de la cooperación internacional. De este modo, se puede hablar de tres enfoques éticos fundamentales desde los cuales se conciben la cooperación para el desarrollo y la ayuda humanitaria, y en los cuales se engloban los principios morales que rigen esas prácticas. Se trata de perspectivas que no suelen aparecer en estado puro, pues en cada acción de ayuda habitualmente coexisten diferentes motivaciones éticas; si bien es cierto que, según predomine uno u otro enfoque, diferirán las acciones de ayuda emprendidas, sus objetivos y sus medios. Los tres enfoques mencionados son los siguientes: a) La ética del autointerés inteligente. Esta perspectiva constata la desigualdad Norte-Sur, y asume la existencia de unas inevitables relaciones de interdependencia entre ambos. El fin ético consiste en lograr el mayor bienestar para el mayor número de personas, puesto que la citada interdependencia hace que cada cual tenga interés en el bienestar de los demás: el infortunio del otro provocará presiones y violencias contra mí, mientras que su bienestar posibilitará la expansión del mío (Etxeberria, 1997). La plasmación política de este enfoque descansa, por tanto, en dos ejes: uno, que asumirlo es un ejercicio de realismo, pues la interdependencia vincula la suerte de unos con la de los otros; y, dos, que el interés propio no está reñido con la solidaridad. Los Informes sobre el Desarrollo Humano del PNUD se basan fundamentalmente en este enfoque, siendo su objetivo el promover que un mayor número de personas incremente sus capacidades y bienestar. b) La ética de la justicia. Este enfoque asume que existen unas relaciones de interdependencia, pero que son asimétricas y desiguales, fruto de unas estructuras que generan pobreza y opresión para la mayoría. Esta perspectiva ha surgido a partir de las teorías de Rawls (1978), Habermas y Walzer (1993), al tiempo que una referencia fundamental en el ámbito de las relaciones Norte-Sur es la Declaración sobre el derecho al desarrollo, aprobada por la Asamblea General de naciones unidas en 1986. Los principios básicos de este enfoque son los siguientes: 1) Sólo considera legítimas aquellas diferencias vividas en condiciones que permiten el máximo beneficio para los desaventajados. 2) Defiende la igualdad de libertad y de oportunidades, como vía para la autonomía personal. 3) Esos principios tienen por objeto garantizar la distribución equitativa de los bienes sociales primarios (libertad, oportunidades, respeto, renta, riqueza), por lo cual la superación de la pobreza consiste en tener la posibilidad de desarrollar las capacidades como humanos, pero no en clave utilitarista sino más bien de cara a la autonomía personal. En definitiva, algunas ideas clave del enfoque son la necesidad de buscar un mutuo entendimiento y el consenso, de mantener un debate racional en condiciones de igualdad y de afrontar la redistribución internacional de recursos. c) La ética de la solidaridad. Esta perspectiva entiende por solidaridad la adhesión a la causa de los desfavorecidos, esto es, la postura moral debe caracterizarse por la parcialidad a favor de ellos, como vía para lograr la igualdad de todos. Ahora bien, una interpretación distorsionada de esta perspectiva ha llevado a formas paternalistas de solidaridad, por lo que es importante que esta última tenga como objetivo la dignificación de la persona y no reemplace a la búsqueda de la justicia. Estos tres enfoques representan opciones o tendencias éticas generales que subyacen e inspiran a la ayuda internacional. Pero, además, habría que añadir los numerosos dilemas éticos que suelen aparecer en la ejecución práctica de la cooperación para el desarrollo y, sobre todo, de la acción humanitaria. Para responder a ellos, Etxeberria (1999) defiende la validez de cuatro principios éticos específicos: la satisfacción de las necesidades básicas; el respeto cultural y la participacion de los afectados; la imparcialidad y neutralidad (ver acción humanitaria: principios), y la independencia de la ayuda. Varios de estos principios son recogidos también por el Código de Conducta Relativo al Socorro en Casos de Desastre de la Cruz Roja y las ONG de 1994. Algunos autores, como Perrin (1996), señalan que los principios y los dilemas éticos presentan una relevancia diferente en cada una de las fases de implementación de los proyectos de ayuda. En el momento de diseñar la estrategia de intervención, se suelen plantear varios problemas éticos: si se refuerzan las capacidades locales o, más bien, se acaban sustituyendo los recursos humanos e institucionales del lugar; si se opta por la denuncia de las violaciones de los derechos humanos, o por la discreción a fin de no poner en peligro los proyectos; si el principio de independencia lleva a trabajar con todas las partes de un conflicto civil, o a concentrarse en las víctimas y los más necesitados; si la ayuda se limita a paliar necesidades de emergencia, o asume objetivos estructurales de desarrollo a largo plazo (ver vinculación emergencia-desarrollo), etc. Por su parte, al diseñar el proyecto concreto, surgen problemas éticos referidos a la selección de destinatarios, la duración de la intervención, el respeto a las normas y pautas culturales locales, y el uso de recursos locales. Finalmente, los dilemas éticos de la ayuda internacional en la fase de evaluación tiene que ver con la dificultad para reconocer los errores o ineficiencias que hayan podido limitar el impacto de los proyectos. Frente a estos dilemas éticos, y con objeto de abordarlos en la práctica cotidiana en base a los principios éticos que la mayoría de las ong[ONG, Redes de, ONG (Organización NoGubernamental)] defienden, éstas han ido dotándose de unos códigos que marquen pautas de actuación. Podríamos destacar el Código de Conducta de las ONGD de la unión europea (1997), el Código de Imágenes y Mensajes a Propósito del Tercer Mundo (1989), el citado Código de Conducta Relativo al Socorro en Casos de Desastre (1994) (ver códigos de conducta). Igualmente deben mencionarse la Carta Humanitaria y las Normas Mínimas establecidas en 1998 por el proyecto esfera. En la actualidad, un importante reto para las ONG reside en dotarse de mecanismos adecuados para el seguimiento y la evaluación de la aplicación de los principios éticos que han asumido en tales códigos. A ello pueden contribuir dos recientes iniciativas internacionales, el proyecto del Ombudsman humanitario y su sucesor desde el año 2000, el Humanitarian Accountability Project, o proyecto para la rendición de cuentas de la acción humanitaria. Otro desafío que afrontan las ONG radica en su capacidad para ejercer un trabajo de denuncia y presión, tanto en el Norte como en el Sur, a partir de la defensa de los principios éticos que propugnan. M. E. Bibliografía
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