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Necesidades básicasJorge GutiérrezCorriente de pensamiento sobre el desarrollo surgida en los 70 que centra su análisis en la satisfacción de las necesidades básicas de las personas, en contraposición al tradicional énfasis en el crecimiento económico. Después de la II Guerra Mundial, y tras un período prolongado de aparente prosperidad económica, la persistencia de situaciones de pobreza y el aumento de las desigualdades comenzaron a poner en cuestión los planteamientos que identificaban el crecimiento económico con el desarrollo. La práctica desmentía la idea de que los beneficios del crecimiento se extenderían por sí solos a todos los estratos sociales (Streeten, 1986:23). De este modo, durante los años 70 se plantea la necesidad de un nuevo enfoque, según el cual el verdadero desarrollo implicaría que toda persona tenga cubiertas unas mínimas necesidades. Esta nueva tendencia, como indica Hunt (1989:259), se expresa en al menos dos posturas. La primera, más radical, entiende que es necesario replantearse el concepto de desarrollo, la forma en que se mide, y el modelo económico imperante, tomando como guía el cumplimiento de las necesidades básicas que éste no es capaz de satisfacer. La segunda visión, por su parte, no cuestiona el modelo de desarrollo, sino que, aceptándolo, entiende necesario intensificar las políticas sociales y de disminución de la pobreza. Como reflejo de estas preocupaciones, el Banco Mundial, en colaboración con el Institute of Development Studies (IDS) de la Universidad de Sussex, publicó en 1974 el trabajo Redistribución con Crecimiento, en el que se proponía hacer llegar parte del crecimiento económico al 40% más pobre de la población, tratando de superar la contraposición normalmente asumida entre redistribución y crecimiento. El impulso fundamental a esta corriente de pensamiento lo dio la OIT (Organización Internacional del Trabajo) en 1976, poniendo incluso un plazo, el año 2000, para que se lograra un adecuado cumplimiento de las necesidades básicas. Éstas se dividían en cuatro grupos: a) Los mínimos necesarios para el consumo familiar y personal: alimento, vivienda, etc. b) El acceso a servicios esenciales: salud, transporte, educación o agua potable. c) Las referidas a un puesto de trabajo debidamente remunerado. d) Necesidades cualitativas referidas a un entorno saludable y humano, participación en la toma de decisiones, libertades individuales, etc. (Hunt, 1989: 265-6). A partir de 1978, bajo el mandato de Robert S. McNamara, el banco mundial dedicó varios estudios a estas ideas, apoyándolas y dándoles prioridad en sus políticas. Entre los autores de tales estudios figuraron Paul Streeten, Shahid Javed Burki, Norman Hicks o Frances Stewart. La satisfacción de necesidades básicas puede considerarse, en primer lugar, como un imperativo moral. Pero, además, los proponentes de este enfoque entienden que no representa un obstáculo para el crecimiento. Al contrario, consideran que el incremento de la demanda de productos básicos por parte de sectores de ingresos medios-bajos resulta positivo para incentivar la economía. Del mismo modo, la educación y formación de la población (capital humano) conlleva un importante potencial para el desarrollo productivo. Por otro lado, estiman que la utilización de métodos productivos más intensivos en mano de obra reduciría la dependencia de importaciones de maquinaria de los países más desarrollados. Con todo ello, consideran que se podría provocar una tendencia de crecimiento continuado y autosostenido. Frente a quienes argumentan que la redistribución de riqueza provocaría un menor ahorro e inversión por parte de los más ricos, aducen que estos sectores emplean gran parte de sus excedentes en gastos superfluos, al tiempo que existe una pequeña burguesía emergente con grandes posibilidades de llevar a cabo inversiones. Streeten (1986:95-105), por ejemplo, estudia la relación entre el crecimiento económico y la mejora en los indicadores de las necesidades básicas, concluyendo que ambos pueden darse conjuntamente si se llevan unas políticas adecuadas, como demuestran casos como los de Taiwán, Corea del Sur, Sri Lanka e Indonesia. Tales políticas adecuadas para la satisfacción de las necesidades básicas son, entre otras, las que apoyan las pequeñas explotaciones agrícolas de los campesinos, promoviendo los sistemas intensivos en mano de obra así como la reforma agraria cuando sea necesaria. Del mismo modo, son precisas políticas que expandan los servicios sociales a los pobres y que promuevan la participación social en los procesos del desarrollo (Hunt, 1989:78). El enfoque de las necesidades básicas no ha estado exento de críticas. Una de las principales se refiere a la dificultad de encontrar indicadores alternativos al PIB, con los cuales se puedan fijar objetivos políticos o conocer la situación actual de satisfacción de las necesidades. Diversos autores han formulado diferentes propuestas: Grant (1978) toma como indicadores centrales la esperanza de vida, la mortalidad infantil y la alfabetización; Hicks y Streeten (1979) resaltan seis tipos de necesidades básicas y sus correspondientes indicadores; y Stewart (1985) propone como indicador único la esperanza de vida, por estar altamente correlacionada con el resto de factores. Desde un punto de vista ideológico, se cuestiona la propia definición de las necesidades y su carácter incondicional. Para autores de la Nueva Derecha como Nozick, las necesidades básicas no son universales ni objetivas. Deben ser los propios individuos quienes decidan qué necesitan y qué deben gastar en lo que consideran las necesidades de los demás, siendo el mercado y no el Estado el mecanismo para satisfacerlas. La visión marxista, en ocasiones, también habla de la relatividad de las necesidades, al enmarcar éstas en su contexto histórico y cultural (Doyal y Gough, 1994:35-38). Sin embargo, de cara a avanzar en la definición del concepto de las necesidades básicas y en su plasmación política, sería necesario poder formular unas necesidades básicas objetivas y comunes a todos los seres humanos, cuya satisfacción garantice unas condiciones mínimas previas para poder desarrollar sus capacidades y alcanzar el bienestar, en la línea de las ideas de Amartya Sen (1993). En este sentido, para Doyal y Gough (1994:82,83) la supervivencia física y la autonomía personal son las necesidades más elementales en cualquier cultura o situación. Desde esta visión, el desarrollo de las personas se pone como objetivo y centro del debate, y el cumplimiento de esos mínimos vitales es más un medio que un fin para conseguirlo. J. G. Bibliografía
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