http://dicc.hegoa.efaber.net
Análisis de Capacidadesy VulnerabilidadesNéstor ZabalaMetodología para identificar tanto las capacidades (fortalezas) como las vulnerabilidades (debilidades) de una comunidad, con objeto de que los proyectos, tanto de desarrollo como de emergencia o de rehabilitación, sean efectivos en el refuerzo de las primeras y la reducción de las segundas. Se puede utilizar tanto para el diagnóstico preeliminar, como para el diseño, seguimiento y evaluación de los proyectos. El Análisis de Capacidades y Vulnerabilidades (ACV) fue elaborado por Mary Anderson y Peter Woodrow a finales de los años 80 en el marco del Proyecto Internacional de Ayuda/Desarrollo, realizado en la Universidad de Harvard con la colaboración de más de 50 ong[ONG, Redes de, ONG (Organización NoGubernamental)] y con la financiación de diferentes donantes. El resultado fue publicado en 1989 en su célebre libro Rising from the Ashes. Development Strategies in Times of Disaster. Como el título indica, el objetivo de dicha investigación consistió en dilucidar en qué forma deben planificar las agencias de ayuda sus intervenciones de forma que satisfagan las necesidades inmediatas de las personas afectadas por un desastre, pero que, al mismo tiempo, promuevan el desarrollo a largo plazo, en vez de menoscabarlo (ver vinculación emergencia-desarrollo). Dicho proyecto, así como el marco del ACV, están basados en tres supuestos de partida principales: a) Nadie “desarrolla” a otra persona. Las personas y sociedades se desarrollan ellas mismas, con o sin la ayuda de agencias externas. Por lo tanto, las personas son partícipes no sólo de determinados proyectos o programas, sino del desarrollo en sí. b) El desarrollo puede definirse como un proceso a través del cual se reducen las vulnerabilidades y se incrementan las capacidades. c) Los proyectos y programas de ayuda nunca son neutrales en cuanto a su impacto sobre el desarrollo. Cuando los esfuerzos de la ayuda no están orientados hacia el desarrollo, no refuerzan las capacidades de las personas sino que intensifican sus vulnerabilidades. La principal contribución del enfoque del ACV es que no se centra sólo en las vulnerabilidades de las comunidades afectadas por una determinada crisis, sino que analiza también sus capacidades, esto es, sus recursos o fortalezas. La estimación únicamente de las causas de la vulnerabilidad ha llevado con frecuencia a concebir a los afectados por los desastres como “víctimas” pasivas y dependientes de la ayuda exterior, ignorando que incluso en esas circunstancias disponen de medios útiles para afrontar la adversidad y sentar las bases de su desarrollo. Toda sociedad tiene vulnerabilidades y también capacidades, incluso durante y después de un desastre, que es el resultado de una falta de capacidades sufientes para afrontar una crisis o catástrofe. Otro elemento clave en este marco del ACV es la distinción entre vulnerabilidades y necesidades. Las necesidades, en un contexto de emergencia, se refieren a los requerimientos inmediatos a corto plazo para la supervivencia o la recuperación tras el desastre. Por el contrario, las vulnerabilidades se refieren a factores de largo plazo, muchos de ellos derivados de las estructuras socioeconómicas, que limitan la capacidad de respuesta o resistencia de una población ante una catástrofe. Mientras que las necesidades surgen de la misma crisis y son de relativamente corto plazo, las vulnerabilidades preceden al desastre, dificultan el afrontamiento del mismo y perduran tras él. Esta distinción es crucial, dado que la mayoría de las intervenciones de ayuda en contextos de desastre se orientan a satisfacer las necesidades inmediatas, en lugar de a reducir las vulnerabilidades, por lo que tienen un efecto más de alivio que de curación. El marco del ACV consiste en una matriz que permite clasificar tanto las vulnerabilidades como las capacidades de las comunidades (más que de los individuos), así como de poblamientos, regiones e incluso países, si bien al aumentar la escala geográfica se pierde definición en los valores examinados. Dado que las capacidades y vulnerabilidades no son estáticas, sino dinámicas en el tiempo, esta metodología se puede aplicar al análisis de los múltiples aspectos de la realidad no sólo a la hora de diseñar un proyecto, sino también de cara a su seguimiento y su evaluación. Otra de las aportaciones de esta metodología es que, a diferencia del estudio convencional de la vulnerabilidad ante catástrofes naturales, no se limita al estudio de las vulnerabilidades, y capacidades, de tipo físico-material, sino que incluye también las del campo social u organizativo, y las referidas al sicológico o de las actitudes. Por consiguiente, es preciso analizar diferentes tipos de datos en cada una de esas tres categorías. 1) Vulnerabilidades y capacidades físico-materiales En esta categoría se trata de comprobar qué factores materiales le hacen vulnerable a la comunidad, generalmente por carecer de ellos, así como qué recursos tiene disponibles, incluso tras un posible desastre. Aunque los afectados por éste puedan sufrir privación física, siempre disponen de algunos recursos materiales, que han de servir como el punto de partida para la recuperación y el desarrollo. En esta dimensión material hay que estudiar bien la disponibilidad bien las limitaciones y carencias de diferentes recursos: bienes productivos, capital, infraestructuras, tecnología física, vivienda, condiciones medioambientales, salud, alimentación, etc. Se trata de la dimensión más visible, por lo que la mayor parte de la ayuda tiende a centrarse en ella. 2) Vulnerabilidades y capacidades sociales-organizativas También la estructura social resulta determinante de las condiciones en las que una comunidad puede afrontar una crisis y recuperarse tras ella, por lo que es preciso estudiar sus diversos componentes: estructuras políticas, redes sociales, procesos de toma de decisiones, liderazgos, recursos sociales como la educación, etc. Factores sociales que generan vulnerabilidad son, por ejemplo, la desvertebración social y la existencia de conflictos y divisiones por diferentes motivos (raza, religión, lengua, clase, etc.). Por el contrario, las comunidades tienen más capacidades sociales cuando están cohesionadas y cuentan con un tejido cívico activo y liderazgos legítimos, ya que todo esto favorece la activación de sus mecanismos de solidaridad tradicionales (ver economía moral; capital social) o de las estrategias de afrontamiento ante la crisis. Lamentablemente, la asistencia para la rehabilitación post-desastre presta insuficiente atención a esta dimensión social, a pesar de su importancia.
3) Vulnerabilidades y capacidades de motivaciones o actitudes El estado sicológico de la comunidad también determina su posición ante los desastres y sus posibilidades de recuperación, lo que exige contemplar factores como las creencias, las actitudes y las aspiraciones. Una comunidad es sicológicamente más vulnerable si sus miembros tienen una actitud de resignación, fatalismo, victimismo o dependencia. Por el contrario, las capacidades comunitarias se ven reforzadas cuando priman la confianza en las propias posibilidades, el espíritu de lucha o unos objetivos sociales compartidos. En este campo sicológico, los indicadores de las capacidades y vulnerabilidades suelen variar entre unos contextos y otros. Así, la religión unas veces puede generar resignación y fatalidad, mientras que otras puede estimular una fe y fortaleza comunes. Por otro lado, es importante subrayar que en los contextos de desastre suelen generarse actitudes más propensas al cambio social que en situaciones de normalidad, lo que abre las puertas a nuevas formas de organización. Aunque los aspectos sicológicos son siempre los menos visibles, la ayuda internacional debería prestarles la atención que merecen y promover las capacidades existentes en este terreno. Entre estos seis diferentes campos existen, evidentemente, diferentes interconexiones y solapamientos, razón por la que las líneas internas de la matriz son discontinuas. Los posibles cambios en una categoría inevitablemente afectarán a la situación en las demás. Así, se pueden disminuir las vulnerabilidades físicas a través de un incremento de las capacidades sociales o sicológicas. Por ejemplo, si un proyecto de distribución de alimentos implica en su ejecución a las mujeres, esto seguramente mejorará sus capacidades, su motivación y habilidades organizativas, traduciéndose en una mejora de su estado nutricional y en el de sus hijos. Lo contrario puede ocurrir si el papel y las capacidades de las mujeres son ignorados en el reparto. Dado el carácter dinámico de las vulnerabilidades y de las capacidades, que pueden aumentar o disminuir con el tiempo, la matriz puede utilizarse para analizar la evolución de la situación en diferentes momentos a lo largo de un período, o incluso para realizar una proyección y predicción del futuro. Por otro lado, con objeto de analizar con mayor precisión la complejidad de la realidad, el análisis se puede desglosar en función del género. Es evidente que las mujeres y los hombres tenemos diferentes capacidades y vulnerabilidades, en la medida en que también desempeñamos diferentes papeles sociales, económicos y culturales, que disponemos de diferentes niveles de poder y de control de los recursos, y que nos vemos afectados por las crisis de forma desigual (ver género, roles de; género, igualdad de). Esta diferenciación de género daría lugar a una nueva matriz en la que se analizarían por separado las vulnerabilidades y capacidades de hombres y mujeres. De forma similar, también se puede llevar a cabo una desagregación del análisis en base a otros factores que diferencian a los grupos humanos: nivel de riqueza (por ejemplo, entre ricos, clase media y pobres), etnia, religión, edad, residencia rural o urbana, adscripción política, etc.
A pesar de su sencillez, el ACV constituye una potente herramienta de diagnóstico de la realidad, por lo que ha sido asumida por una buena parte de las organizaciones de ayuda. Permite organizar y sistematizar el conocimiento y la comprensión de una determinada situación y de los factores que condicionan las vidas de las personas. Del mismo modo, contribuye a predecir el impacto que sobre ellas puede tener la ayuda, y a determinar qué tipo de ayuda puede reducir las vulnerabilidades e incrementar las capacidades. Por último, para que el análisis sea correcto, sería necesario contar con la participación de la población local en la recogida e interpretación de la información, lo cual puede llevarse a cabo usando las técnicas de los diversos enfoques participativos, como el diagnóstico rural participativo, o el diagnóstico rural rápido. Esto contribuiría además a mejorar la comprensión de la población sobre su propia situación, y con ello a su empoderamiento y a incrementar sus capacidades para modificarla. N. Z. Bibliografía
Ver Otros
Bloques temáticos |