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Mujeres y políticas de ajusteClara MurguialdayLas mujeres han estado en el centro de la crisis económica de los años 80 y han sufrido el principal impacto de los programas de ajuste estructural. Así, por ejemplo, en Zimbabwe, después de la aplicación de un programa de ajuste y de la reducción en un tercio del gasto oficial en salud, en la capital se duplicó en dos años el número de mujeres que perdieron la vida al dar a luz (...) Durante el período de ajuste estructural en Ecuador, las tasas de participación económica femenina aumentaron desde un 40% en 1978 hasta el 52% en 1988. (...) En México, después de una década de aplicación de la reforma económica, el ingreso promedio de las mujeres disminuyó desde el 71% del ingreso promedio de los hombres en 1984, hasta el 66% en 1992 (PNUD, 1995, 48-49). Aunque los países han manejado de diferentes maneras las políticas de reforma económica, hay amplia evidencia empírica de que los programas de estabilización y ajuste macroeconómicos han impuesto a las mujeres mayores cargas que a los hombres. Si bien unas y otros participan en –y son afectados por– dichos programas, ello ocurre de distintas maneras para mujeres y hombres, pues ambos desempeñan papeles diferentes, tienen necesidades diferentes y afrontan limitaciones diferentes cuando responden a los cambios de políticas económicas. Los diversos roles que las mujeres desarrollan (productoras, madres, gestoras del hogar y de la comunidad) (ver género, roles de) y sus precarios recursos para enfrentar los cambios económicos, han determinado la magnitud del impacto del ajuste en sus condiciones de vida y trabajo: a) Como productoras y trabajadoras remuneradas, las mujeres han sido afectadas de manera negativa por las políticas de control de la demanda –y por la recesión económica que éstas producen o agravan– que son características de los programas de estabilización. Las mujeres han visto reducidas sus oportunidades de empleo en el sector público –por el recorte de los gastos en servicios– y disminuidos sus salarios reales, pero la necesidad de compensar el deterioro de los ingresos familiares les ha llevado a incorporarse al trabajo remunerado en el sector de la economía informal y en las manufacturas para la exportación, donde el trabajo está mal pagado y las condiciones laborales son altamente precarias. b) Como madres y gestoras del hogar, las mujeres han sido fuertemente afectadas por las políticas de recorte del gasto público, la eliminación de los subsidios y la liberalización de los precios. Éstas han limitado el acceso de los hogares a servicios colectivos (educación, salud) y a bienes básicos (alimentos, vivienda, transporte), obligando a las mujeres a dedicar más tiempo de trabajo doméstico para suplir dichas carencias. c) Como gestoras comunitarias, ante la falta de provisión estatal de bienes y servicios, las mujeres desarrollan iniciativas colectivas (comedores populares, cooperativas de consumidoras, guarderías vecinales, etc.) que buscan contrarrestar los efectos de la crisis y el ajuste en los hogares de escasos recursos, realizando trabajo gratuito en el ámbito del barrio o la comunidad. En general, las políticas de reforma económica han deteriorado las condiciones de vida de las poblaciones empobrecidas, con un evidente impacto en la asignación intrafamiliar de recursos: la disminución del consumo, el aumento de la deserción escolar y la falta de acceso a los servicios de salud, han afectado en mayor medida a las niñas y mujeres. Igualmente, la mayor incidencia de la violencia doméstica, el incremento de la explotación del trabajo infantil y el abandono masculino de sus responsabilidades familiares, son fenómenos asociados al deterioro de las relaciones humanas en el hogar y al agravamiento de la pobreza en amplios sectores sociales. Por su parte, las instituciones de la cooperación al desarrollo no han permanecido al margen de dos de los principales objetivos de las políticas de ajuste estructural: el aumento de la productividad y la eficiencia en la asignación de recursos. Así, en los años 80, surgió y encontró acomodo el “enfoque de la eficiencia” como última versión de la estrategia MED para incorporar a las mujeres al desarrollo (ver mujeres, enfoques de políticas hacia las). Su análisis se centra tanto en la ineficiencia económica que supone, en tiempos de crisis económica y ajuste estructural, desperdiciar la mitad de los recursos humanos de una sociedad (las mujeres), como en el reconocimiento de que las mujeres son esenciales para el éxito de los esfuerzos globales del desarrollo. Son abundantes, no obstante, las críticas a la forma en que el potencial económico de las mujeres es utilizado en los proyectos basados en este enfoque. Moser (1991) planteó que la supuesta eficiencia asociada a la utilización del trabajo femenino se logra mediante el mecanismo de desplazar costos de la economía remunerada (producción social) a la no remunerada (reproducción), a través de la ampliación del tiempo de trabajo no pagado de las mujeres en actividades relacionadas con su rol reproductivo y con la gestión comunitaria. También unicef, con su exigencia de que se diseñen políticas de ajuste con rostro humano, ha desafiado la orientación de las políticas del banco mundial y el fmi (Fondo Monetario Internacional), sosteniendo que las preocupaciones de las mujeres deben ser integradas a la formulación de las políticas de ajuste para evitar que sus efectos recaigan principalmente sobre los hombros de las mujeres pobres. También apoya la aplicación de políticas compensatorias que protejan la salud y la nutrición de la población de bajos ingresos durante el proceso de reforma económica. Más recientemente, algunas economistas feministas han analizado las deficiencias de las políticas de ajuste desde una visión de género. Los estudios de Palmer (1991) y Elson (1993), entre otras, han puesto de relieve tanto el sesgo masculino (male bias) de las políticas de ajuste como su ineficiencia, pues éstas no toman en cuenta las distorsiones que las relaciones de género, la limitada movilidad de la fuerza de trabajo femenina y la carga de la reproducción soportada por las mujeres, provocan en la asignación eficiente de los recursos productivos. Cl. M. Bibliografía
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